Y a lo tonto mi primera obra,
“Relatos de sal”, cumplió el pasado diez de septiembre dos añitos. Lo hizo sin
pena ni gloria, pues ni tan siquiera yo, su autor, me acordé del evento,
centrado como estoy en mis nuevos proyectos.
Si pudiera resumir la aventura de la
publicación de mi primer libro, lo haría con una palabra: experiencia. He
adquirido experiencia en muchas de las facetas del mundo literario que pueden
llevar a un autor a ser leído y reconocido por lo lectores.
He aprendido que un libro debe ser
mimado por su escritor, abonado y regado con esmero desde que enraíza en el
cerebro, alimentado con paciencia y tesón hasta que los frutos que ofrezca al
lector sean lo suficientemente sabrosos como para que desee repetir otro de tus
platos.
He aprendido que el mundo editorial está
lleno de depredadores, de supuestos editores que buscan una presa fácil para
llenarse los bolsillos a su costa, de competidores que no reparan en
vilipendiar a los compañeros de letras y sus escritos, pues creen que señalando
los errores ajenos se ocultan los propios. La típica paja en el ojo ajeno,
vamos.
He aprendido que la calidad está
ahí, detrás de la pantalla, de mano de autores desconocidos que esgrimen una
pluma envidiable pero que, quizás, jamás lleguen a ser conocidos.
He aprendido que, en muchas
ocasiones, la calidad no basta, sino que el populismo, el decir lo que los
demás quieren oír, aunque no comulguemos con esas ideas, sólo con el objetivo
de ganar adeptos y lectores, algo que me parece deleznable.
Pero también he aprendido que hay
gente buena, autores que aspiran a lo mismo que yo pero que no dudan en
ayudarte si es necesario. He conocido a grandes personas con la que he
compartido (y seguiré compartiendo), experiencias, que dedican su tiempo
altruistamente en prestar su opinión sincera, que dejan la labor literaria
prestos a enseñarte cómo subir tu libro a Amazon o cómo hacer tu blog más
atractivo. A estos últimos va dedicada esta entrada: a mis amigos Carlos Moreno
Martín, Daniel Rubio Martínez, Carlos Gamissains, Ruth G. Pimienta, Melina
Jaureguizahar, Silvia (Mientras Leo) y tantos y tantos otros que se me escapan
en estos momentos pero que ya tienen un hueco en mi corazón.
A todos ellos, gracias.
Y, a los demás, sabed que no pienso
rendirme y guardar el teclado en un cajón. “Relatos de sal” y “El alma que
vistes”, pronto tendrán otros libros compañeros, como “La ira de Teresa”, “La
fe de Caliel” y algunos títulos más que, por ahora, no voy a revelar. Sólo diré
que tengo entre manos un proyecto literario en el que estoy volcando mucha
ilusión y que, si llega al destino correcto, hará las delicias de muchos
lectores fanáticos de ciertos temas… que prefiero no descubriros aún ;D.
¡Un fuerte abrazo!
Fran
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