Como indico en el
encabezamiento de este humilde blog, voy a intentar ampliar los contenidos de
tal manera que no se limite a reflejar las novedades relacionadas con mi (por
ahora escasa) obra literaria.
Vamos a hablar de libros. De libros
de otros escritores.
Abro este apartado con una obra que
llegó a mis manos debido al viaje de novios que hice con mi mujer entre finales
de junio y principios de julio de este año.
Los aviones me dan pánico. Lo
confieso sin tapujos, todos tenemos nuestro talón de Aquiles. No me dan miedo
los aviones porque sí. Sé que no hacen nada si no se les molesta (…). Lo que
temo de estos aparatos es montarme en ellos y elevarme cientos de metros por
encima de la seguridad del suelo firme. Odio volar. Si sumáis un tío al que le
horroriza viajar en avión con nueve horas largas de vuelo de Madrid a Cancún,
tendréis un tío con los calzoncillos un poco más sucios que cuando partió del
aeropuerto.
En fin, que necesitaba algún tipo de
distracción, y nada mejor que un libro para evadirte de la realidad y agotar
las horas sin casi enterarte.
El día antes de iniciar el viaje
tenía claro que necesitaba comprarme un libro, y allá que me fui a ver qué
podía pescar en la librería. Como le ocurre a cualquier otro lector, mi vista
se posaba en los títulos que más le sonaban, y no pude evitar fijarme en las
portadas de “Los juegos del hambre”, la saga “Crepúsculo” e incluso una
compilación de Asimov (estuve a puntito de llevarme este último). No obstante,
por casualidad, me topé con “El nombre del viento”, de Patrick Rothfuss.
Confieso que no me suelo fiar de las portadas ni de las sinopsis, y que los
libros dedicados a la tan manida “medievofantasía” (permitidme el palabro que
acabo de inventar), tipo “El Señor de los Anillos”, me producen cierto repelús,
por la falta de originalidad de la que suele adolecer esta temática. No
obstante, ya había visto el libro en otras librerías, y cada vez que me topaba
con él, no podía dejar de preguntarme, presa de una mezcla de curiosidad y
envidia insana: ¿qué habrá hecho el autor para vender más de 150.000 copias y
más de diez ediciones? Sí, eso es lo que rezaba la portada, en un acto de
descarada publicidad.
Pues bien, me dije que “más de
150.000 lectores”, como mínimo, no podían estar equivocados. Cogí el libro, lo
aboné (me ahorraré cualquier tipo de chiste agrícola), y me lo llevé muy feliz.
Bien, ya en el avión, mientras
sobrevolábamos el Atlántico a más de novecientos kilómetros por hora y a una
altura de mil y pico de metros (si no recuerdo mal), abrí el libro para empezar
a leer.
Debo decir que no lo he terminado
hasta ahora. No tengo tiempo para más, y me gusta tener dos o tres lecturas a
la vez.
¿Cuál es mi opinión del libro?
Bueno, empezaré por los elogios y acabaré por las críticas.
Lo bueno que tiene “El nombre del
viento” es, ante todo, la nueva realidad que crea el autor ya que, lo hace con
tanto convencimiento, que logra transmitir al lector la esencia del mundo que
inventa. Es decir, habla de seres, de objetos, de universidades (bueno, sólo de
una universidad), de magia, de música, de culturas… con tal desparpajo que te
acabas creyendo que existen de verdad (ya sabéis lo que quiero decir). No se
para a explicar conceptos, nombres extraños, culturas ni creencias, sino que
las va introduciendo como un factor más de la narración, como quien dice:
“Mañana me voy de viaje a Cádiz”. Es decir, no hace falta explicar que Cádiz es
un lugar del sur etc… como tampoco explica el autor cada faceta del mundo del
protagonista a pies juntillas. Como digo, introduce los conceptos mezclados con
la acción, de forma tan sutil que el lector acaba asumiéndolos y entendiéndolos
sin más.
Me ha gustado todo lo relacionado
con los misterios de la Universidad, la sigaldría, el nuevo concepto de dragón
que inventa el autor. Me parece muy original y novedoso. La inteligencia del
protagonista, Kvothe, también llama bastante la atención y llegas a conectar
con él, a sentir pena o alegría cuando las cosas le van mejor o peor.
¿Qué no me ha gustado? Primero, la
inevitable semejanza no sólo con libros del estilo “El Señor de los Anillos”,
sino con otros como “Harry Potter”, por ejemplo, pues la trama de la
Universidad, con profesores magos, algunos buenos, otros menos buenos que
chocan desde el principio con el protagonista y sus capacidades, te hace pensar
en Harry, Snape y Dumbledore. Segundo, lo que sobra del libro. Sí, lo que
sobra. Hay muchos capítulos, personajes y situaciones que no dicen nada de la
trama principal, ni siquiera del protagonista. Ocurren para rellenar páginas y
punto. Tercero, la competencia venenosa que se crea entre Ambrose y Kvothe me
parece injustificada. Desde mi punto de vista, el autor tendría que haber
dotado de más peso los choques entre ambos personajes, y no reducirlo a simples
riñas de adolescentes ya que, por pueriles, pecan de ridículas. Por último, la
prosa no es que sea nada del otro mundo. Es un libro muy sencillo, fácil de
leer, pero repetitivo en ocasiones. No es una lectura con la que disfrutemos de
sus palabras. No tiene un mal contenido, pero la forma no me llega a gustar.
¿Y de qué va “El nombre del viento?
¡Vais listos si pensáis que yo os lo
voy a desvelar! ;D
Un abrazo.
Fran
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