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17 oct 2010

Extracto "Victor: los pasos de la mosca"

     ¡Hola a todos!

     Supongo que a todo escritor que publica (dicha la palabra escritor con la mayor modestia del mundo), espera ansioso las críticas de aquellos primeros lectores que se atreven a desentrañar los misterios que encierran su libro. A mí, al menos, me pasa. Los nervios me corroen, y cuando hablo con alguno de esos lectores, mi pregunta siempre es la misma: "¿Qué te está pareciendo el libro?"

    Bueno, pues las primeras impresiones han llegado: por ahora alaban la variedad de contextos y argumentos, así como la sorprendente fantasía que, dicen, contienen las páginas de "Relatos de sal".
Muy bien. Buenas críticas. Estoy muy contento por ello. Evidentemente, las malas también llegarán, y fijáos que me encantaría ya conocer algunas, para ver lo peor de mi obra.

    Algunas personas, coinciden en que uno de los capítulos que les gusta mucho, peteneciente al segundo relato del libro ("Victor, los pasos de la mosca"), es el capítulo 19, llamado "Esperanza". Este ha sido del agrado de muchos lectores, por lo que he decidido publicarlo. El fin de la publicación en este blog es animar a aquellos que no se hayan decidido a comprar el libro, se acerquen un poco a su contenido y tengan un punto de referencia para tomar una decisión. Espero que os guste.

"Una fina llovizna se precipitaba sobre las abandonadas calles de la ciudad. La tarde se había oscurecido debido a una serie de amenazantes nubes negras. Llegada la noche, la oscuridad sería absoluta, pues hacía días que la energía eléctrica no funcionaba y, por tanto, tampoco las farolas. Un perro que olfateaba la basura desperdigada por la acera (era increíble lo rápido que se ensuciaban las calles sin un servicio de limpieza), levantó la cabeza asustado al oír un ruido. Huyó con el rabo entre las patas cuando el silencio de ultratumba fue cortado por los chirridos que emitían los ejes oxidados de una silla de ruedas, similares a quejidos lastimeros. La silla era empujada por una atractiva joven de pelo moreno. Sentado en la silla había un ser extraño, casi inhumano, de facciones desfiguradas, piel arrugada, cabeza ladeada, tembloroso. Nadie podría decir si se trataba de un anciano o no. Sus ojos profundos emitían un destello de fuerza y juventud. Había sido una suerte encontrar aquella silla de ruedas tirada en la calle. A pesar de estar rota, había quedado totalmente reparada, como por arte de magia, cuando el extraño la tocó con su estropeada mano.
Un gruñido del extraño hizo que la joven detuviera su paso.
Con mano insegura, señaló un parterre desflorado, situado en el jardín de una casa. La joven empujó la silla de ruedas hasta el parterre. Sobre él, en una piedra, alguien había escrito algo con tiza, que la lluvia aún no había logrado borrar. Las tristes palabras se adivinaban: "Dios todopoderoso: me regalaste una flor para mi jardín. La regué, la cuidé, y su amor me llenó de gozo. Dios vengativo: con violencia me quitaste lo que más amaba, y, por eso, te maldigo".
Otro gruñido del extraño hizo que la joven le entregara un puñado de tierra del parterre. La tierra le contó al extraño la historia de un pobre hombre, viudo, padre de dos hijas. La mayor de dieciséis años. La menor de cuatro. Un ente terrorífico había violado a la primera hasta la muerte, sin que el desafortunado pudiera hacer nada por ayudarla. Eso había hecho perder la cabeza al padre desesperado. Para evitar que a su hija menor le ocurriera lo mismo, desorientado, hundido en la locura, sumido en la depresión, la había enterrado viva en aquel parterre, "para que el ente no la encontrara", había mascullado.
El extraño derramó varias lágrimas sobre el puñado de tierra. Luego, con gran esfuerzo, tiró la tierra sobre el parterre. De repente, como una flor, una niña de tez mortecina, cara desencajada y ropa sucia surgió de la tierra tosiendo y llorando. La llovizna limpió su confundido bello rostro. Un nuevo gruñido del extraño hizo que la joven cogiera a la pequeña en brazos y la pusiera sobre el regazo del minusválido. La apretó contra su pecho, y el contacto la tranquilizó, sumiéndola en un profundo sueño. Despertó de la muerte para dormir en la vida.
- "¿Hay esperanza?" -preguntó la joven. El extraño no respondió."

     ¡Abrazos a todos!

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